La verdad es que
no tengo gran manejo sobre el tema, es decir, no he leído previamente ninguna
especie de reglamento de Protección Civil ni nada parecido, sólo tengo
entendido que por algún tipo de dispocisión
oficial ciertos espacios públicos –desconozco cuáles o qué circunstancias deben
reunir – están obligados a contar con
salidas de emergencia. Es probable que jamás nos hayamos detenido a pensar en
ellas, que sea un detalle que pase desapercibido, pero el caso es que ellas
siempre están latentes, las salidas emergentes digo, es cosa de prestar mayor
atención; por ejemplo, las hay en cines, en teatros, en centros comerciales, en
escuelas, en templos religiosos, en oficinas gubernamentales, incluso en
tortillerías o espacios similares en los cuales la puerta de entrada comparte
identidad con la de salida y por supuesto con la emergente.
Resulta curioso que mientras las
puertas de salida en cines y teatros llegan a ser laberínticas, sus primas, las
escolares, resulten en ocasiones tan simples que basta con cruzar su umbral
para encontrarse del otro lado, libre de incendios, inundaciones o atentados
terroristas. Pero tanta precaución, ¿no será acaso alarmista? Si imagináramos
un escenario casi de película, en el que perros mutantes invadieran un centro
comercial o incluso los ya mencionados cine y teatro, es posible que antes de
poder conseguirse una presa, estos predadores ya estén cansados y desorientados
gracias a esta salidas, algo que sería sumamente útil; pero si la situación
fuera un incendio, quizá la salida emergente más adecuada sea la oficinista,
que, tan práctica como el edificio que guarda, ofrece sólo la opción elevador –
cuando lo hay, y que casi bajo ninguna circunstancia es aconsejable – y
escaleras. Pero no hay que olvidar a la salida femme fatale, es decir la atractiva pero mortal, me refiero por
supuesto a aquella amplia y de fácil acceso que usualmente encontramos en
tortillerías o lugares de semejante índole, pero que contrariamente a lo que
podríamos llegar a pensar, será la primera salida en bloquearse.
Sea cual sea la naturaleza o
apariencia de las salidas de emergencia su importancia radica en que sin
importar qué tan poco probable sea un desastre, ellas cumplan su función, que
haga una buena mancuerna con el instinto de supervivencia y logre conducir a
salvo lejos, muy lejos del peligro.
Si bien no son muy utilizadas – afortunadamente – sí son imprescindibles,
uno nunca sabe, y lo son tanto que han trascendido los límites de los
reglamentos ciudadanos, ya que podemos encontrar salidas emergentes en forma de
cláusulas legales para salvar de una catastrófica banca rota, o un intempestivo
matrimonio, etc., y sería interesante reflexionar acerca de cuántas y de
cuántos tipos son las salidas de emergencia, y la verdad es que debería de
haber una por lo menos para cada situación.