miércoles, 6 de octubre de 2010

Nuestra historia mientras buscas

Estaban, junto a las llaves de la puerta interior de la casa de enfrente por donde pasa el corredor que comunica con ésta, si, te digo que junto a las llaves, del lado izquierdo del reloj de pulso dorado que sólo usas los sábados en la noche cuando sales conmigo y los amigos, y deseas presumir; ¿no están ahí? sobre el tocador de madera con espejo de media luna que empieza a rajarse por el borde superior derecho,  desde aquella discusión que tuvimos y me arrojaste el desarmador plano bicolor, que pude esquivar a tiempo y por ello hasta el barniz oscuro ya se maltrató.
Bueno, si no están donde te digo, busca en la tercer gaveta de arriba abajo del ropero de 1.20 cm. de altura con puertas corredizas que mandé hacer para nuestro aniversario,  porque te quejabas que tu ropa se maltrataba y tenías que volver a plancharla, con aquella plancha vieja que nos regalaron hace cinco años, el 30 de marzo de 1994, el día que nos casamos y entre tus invitados estaba  aquel primo borracho que golpeó al mesero porque ya no le quiso servir más licor; deben estar ahí, en la gaveta que te digo, entre tus cajetillas de cigarro que guardas, o más bien escondes de mí, para que no termine tirándolas por el excusado y éste no vuelva a taparse, busca bien, entre las cajetillas que te digo y esa ropa interior color marrón claro que tanto odio, porque supe que esa llevabas puesta cuando me fuiste infiel con el vecino haces dos meses y medio.
No han de estar aquí, en la recamara que hiciste remodelar completa porque te diste cuanta que era  idéntica a la de aquella ex novia, amiga tuya que hace tanto tiempo nos presentó; mejor busca en el lavabo azul, donde siempre dejas las alhajas de fantasía, que te quitas antes de entrar al baño, que hace juego con el color del lavabo y que sólo lavas una vez al mes.
No creo que debas buscar en la cocina, a la que entras furtivamente en las madrugadas cuando crees que duermo profundamente  para que no me entere que comes más de lo que aparentas y que luego vomitas, desde aquella fiesta en la que me emborraché y dije que en ocasiones tu ligero sobrepeso me daba náuseas, y por ello ahora sólo consumes alimentos dietéticos a la vista de los demás; no, no acostumbras dejar ese tipo de cosas ahí. Mejor busca en la mesita de centro de la estancia, donde sueles dejar los libros de cocina fácil y de feng shui para el amor que acostumbras leer sentada en el sillón tapizado de terciopelo rosa, donde en ocasiones recibes llamadas y contestas – si te preguntan lo que estás haciendo – que lees cuanto puedes para tratar de que vivamos en paz, porque a pesar de todo me quieres, y mientras tú hablas por teléfono, yo finjo no escucharte detrás de las cortinas rosa a juego con el color del juego de sala. ¡Vaya! Veo que por fin encontraste los anillos para reafirmar nuestros votos matrimoniales, de bodas de cristal, anda vístete, que se hace tarde y en la iglesia nos esperan.