martes, 9 de noviembre de 2010

Más allá de las ventanas del alma




Ella vive en un mundo suburbano. Se levanta cada día a la misma hora y sus actividades matinales, son mecánicamente sonambulescas. Aunque la luz fluye en ella, no traspasa los límites corpóreos del alma.
         Se contenta con prepararse un café y asomarse al balcón. Observa el sol despuntar. Y parece revitalizarse con la energía de los primeros rayos. Es una mujer solar.
         Le es posible ver más allá del simple balcón, ve otras casas, otras habitaciones, otras vidas. Ninguna como la suya.
         Una ventana abierta puede contar mucho de la vida de su habitante. Sus pertenencias describen sus hábitos y creencias, incluso su forma de ver la vida. Pero no es hasta con los últimos rayos crepusculares, cuando realmente es posible percatarse de la vida de los otros, cuando la luz natural es destronada por la electricidad y ésta permite ver con mayor presición lo que hay dentro.
         Justo en frente hay una casa muy pulcra, estéticamente limpia, sólo se ve en ella lo necesario; pero en su segunda planta se ve una recámara pintada de rosa y azul claro, con ilustraciones de hadas y duendes pegadas en la pared frontal, una cama con edredón de princesas, lámparas rosa y peluches por doquier. Ahí duerme una niña, de quince años talvez, nadie menor de quince años puede estar tan empapada en el imaginario mundo de las princesas medievales y sus respectivos seres imaginarios, si no una de más edad, a menos que disfrute demasiado del mundo de las letras. Sus padres son estrictos y tratan de reprimirle su libre albedrío e identidad, es por eso que se empeña en escapar de la realidad colectiva.
         A la derecha hay otra casa, parece del todo normal, salvo que en su ático se encuentra una alcoba con maquetas e instrumentos propios de arquitectura, todo puesto en su lugar exacto, relojes en cada rincón; ahí pernocta un joven arquitecto, al cual no le gusta lo que estudió. Si le gustara no tendría cuadros de Dalí y Miró colgando de las paredes, ni bocetos de autoría propia. Le gusta la pintura, ama las artes plásticas.
         A la izquierda de la casa frontal, se encuentra un edificio de departamentos. En el segundo piso se ve una ventana siempre oscura, pese a lo cual es posible ver muchos arreglos florales, tanto artificiales como naturales y, todos ellos son de plantas silvestres, la habitación es rústica, con papel tapiz simulando madera. Pertenece a una joven de no muchos años, que vive sola y añorando el campo. La ciudad la cohíbe y horroriza. Sin duda vive aquí por necesidad.
         En el piso siguiente de ese mismo edificio, la ventana deja entre ver algunas fotografías de su habitante – también femenina – y otras de modelos conocidas, varios espejos de distintos tamaños, y el ropero entre abierto permite ver gran cantidad de ropa de moda. ¿Acaso hay algo más qué decir?
         De tantas vidas que hay en la ciudad, sólo unas cuantas le son posibles conocer a la mujer solar. Como le hubiera gustado a ella ser Helios. Talvez lo sea.