Era por ahí del S. XII cuando
cada vez más personas, principalmente pastores y campesinos aseguraban haber
visto hadas y otros seres mágicos; pero los que no habían tenido la suerte de
ser testigos de aquellas fantásticas apariciones, creían en lo que les
contaban; no había edad, genero o clase social, todos creían, lo mismo niños
que adultos, hombre y mujeres, ricos y pobres, parecía que finalmente el pueblo
estaba unido en algo… la creencia en seres mágicos.
Aunque sería una
mentira si dijera que nunca hubo excepciones, también hubo escépticos, como
cierto caballero joven y muy ilustrado de la época llamado Víctor,
matemático.
Cierta tarde
escuchó los cuchicheos de dos niñas y lleno de curiosidad se acercó a
preguntarles de que hablaban y para su sorpresa las niñas le dijeron que
hablaban de hadas.
- ¿Hadas? ¡Ja! –
Dijo en tono irónico el matemático – reverenda tontería la que dicen niñas
- Es cierto señor, nosotras
hemos visto hadas ¿no es cierto Catalina?
- Completamente Sara, la más
hermosa de ellas se llama Fisba
Víctor se fue de
ahí sin haber creído ni media palabra de todo cuanto dijeron Sara y Catalina,
sin embargo, lejos estaba de sospechar lo que las hadas le tenían preparado
para poner fin a su incredulidad.
Cerca de la colina
más alta del pueblo se encontraba una magnifica fuente que se decía estaba
encantada y habitada por las hadas, era ahí donde Sara y Catalina se daban cita
con las más maravillosas criaturas mágicas, entre ellas la hermosa hada Fisba.
Después de haber
hablado con el matemático las niñas se dirigieron a la colina encantada para
hablar con las hadas.
- ¡Fiiisbaaa! ¡Fiiisbaaa!
– Gritaban las niñas en un extraño tono que parecía evocar al hada
De pronto hubo una
leve neblina que en seguida se disipó dando a conocer a una hermosa mujer de
manos blanquísimas, ojos amarillos y orejas puntiagudas, vestida con un atuendo
ligero color amarillo y un par de hermosas alas semejantes a las de una
mariposa.
- Fisba hay algo
que debes saber, hay un hombre del pueblo, un matemático que no cree en ti ni
en las hadas
- A pesar de que le insistimos
él piensa que son sólo fantasías nuestras
- Hay que enseñarle a creer
niñas – dijo el hada Fisba en lúgubre y dulce tono
Al otro día y
exactamente a la misma hora del día anterior, Víctor volvió a ver a Sara y
Catalina cuchichear sobre el mismo tema.
- ¿Otra vez
hablando de hadas?
- Usted no cree, pero el hada
Fisba dice que pronto creerá – le dijo Sara
- sólo síganos y lo llevaremos
a la fuente encantada, ahí es donde moran las hadas – añadió Catalina
haciéndole una seña rara a su hermana
Antes de que el
matemático pudiera reaccionar las niñas ya se habían echado a correr con rumbo
a la colina y como ya se hacía noche, el joven matemático no quiso dejar ir
solas a las niñas y las siguió para evitar que algo les pasara. Cuando llegaron
a la colina, las niñas se deslizaron hasta la fuente encantada y ahí
desaparecieron, en vano Víctor las llamó, ellas jamás acudieron. Todavía estaba
el matemático tratando de divisar a Sara y a
Catalina, cuando observó como
una tenue luz blanca iba convirtiéndose en neblina, la cual finalmente dio paso
a la hermosa hada Fisba.
- ¿Sigues sin creer
en nosotras? – preguntó Fisba dando vueltas lentamente al rededor del
matemático
- ¿Eres Fisba? – preguntó
boquiabierto el pobre hombre que ya estaba bajo el encantamiento del hada
- así es Víctor, yo soy Fisba y
te agradezco tu preocupación por mis niñas, pero ellas están bien, ya llegaron
a sus casas, personalmente arreglé eso
Cada vez que Fisba
hablaba se acercaba más y más al matemático con la firme intención de
enamorarlo hasta matarlo.
- Dime Víctor,
¿crees que soy bonita? – le preguntó Fisba en un auténtico susurro mientras
acariciaba el cabello de Víctor
- eres hermosa
- ¿ya crees en hadas Víctor? –
preguntó Fisba nuevamente sin dejar de acariciarlo
- creo en las hadas, porque
creo en ti
- ¿amas a las hadas Víctor? –
volvió a preguntar ella, esta vez casi rozándole los labios
- amo a las hadas porque te amo
a ti
Después de la breve
conversión del matemático escéptico con la hermosa Fisba, esta desapareció
entre destellos amarillos y de pronto Víctor se vio completamente solo. Al otro
día Víctor no hacía más que hablar de su encuentro con el hada y de lo
maravillosas que eran esas criaturas.
Pasaron más de 15
días desde que el matemático comprobó la existencia de las hadas y en ese
tiempo, no hubo un sólo día en el que no fuera a la fuente encantada a buscar a
su amada Fisba, sin embargo ella jamás volvió a aparecer.
Conforme el tiempo pasaba
Víctor estaba cada vez más desmejorado a causa de su obsesión enfermiza por
volver a ver al hada, al punto que no comía ni dormía por esperarla. Las cosas
en torno a la salud del matemático estaban empeorando y no faltó quien se
preocupara por él, como René, un folklorista, amigo suyo, quien en cierta
ocasión llegó a visitarlo para saber más sobre el hada que lo estaba matando.
- ¿Cómo estás
Víctor?
- Impaciente por volver a ver a
mi hada amada
- ¿como era ella?
- hermosa; de ojos amarillos
casi transparentes, orejas finas y puntiagudas, manos tan blancas como la
nieve, un par de alas como de mariposa y ligero ropaje amarillo.
- ¿a que hora le viste?
- ya entrada la noche
- ¿Cómo dijo que se llamaba?
- Fisba
- ¿alguien más la ha visto?
- si, unas niñas, fueron ellas
las que me llevaron con el hada
- ¿quienes son esas niñas?
- Sara y Catalina
- escucha, por las señas que me
das, parece tratarse de un hada mano blanca
- ¿Qué son esas?
- hadas hermosísimas que
aparecen sólo de noche a niños o a adultos que no creen en ellas con el
propósito de enamorarlos y enloquecerlos o simplemente matarlos de amor
En cuanto René
terminó de explicar esto salio rápidamente a buscar a Sara y a Catalina para
tratar de salvar al pobre matemático. Las encontró jugando el la colina y no en
la fuente encantada como él esperaba, pero aún así les preguntó por Fisba y
ellas respondieron que había ido a despedirse de Víctor, entonces René corrió
con todas sus fuerzas a la casa del matemático, pero cuando llegó ya era tarde:
el hada Fisba estaba sentada en la orilla de la cama del matemático…
- También te quiero
Víctor, ahora debes irte – alcanzó a escuchar René antes de ver como su amigo
Víctor cerraba los ojos y segundos después Fisba desaparecía.