sábado, 14 de julio de 2012

EL minotauro y la vaca


Cuentan que una vez Teseo, adentro del laberinto, encontróse con el minotauro y éste no le inspiró miedo ni repugnancia alguna. Se trataba de un príncipe, como él; cortés, taciturno, melancólico. Sus enormes ojos de semental, parecían ser de ternero, reflejaban una profunda e inmensa tristeza. Teseo no sólo le perdonó la vida, sino que lo dejó en libertad.

         Una vez libre, el minotauro vagó cierto tiempo, hasta que llegó a un corral y tan cansado estaba que se cobijó bajo un árbol. Ahí fue donde la vio; ella el amor soñado de sus eternas noches en vela; blanca, hermosa y joven. Pensó en acercarse, pero lo detuvo la conciencia de su condición.

         Como la amó resignadamente desde el primer instante, se contentó con seguir sentado viéndola. Era una vaca bella y cautivante. La vio todo el día, cada día, hasta consumirse por aquel amor pacífico.

         Más le hubiera valido ser muerto por Teseo.

viernes, 13 de julio de 2012

Hadas que matan



Era por ahí del S. XII cuando cada vez más personas, principalmente pastores y campesinos aseguraban haber visto hadas y otros seres mágicos; pero los que no habían tenido la suerte de ser testigos de aquellas fantásticas apariciones, creían en lo que les contaban; no había edad, genero o clase social, todos creían, lo mismo niños que adultos, hombre y mujeres, ricos y pobres, parecía que finalmente el pueblo estaba unido en algo… la creencia en seres mágicos.

Aunque sería una mentira si dijera que nunca hubo excepciones, también hubo escépticos, como cierto caballero joven y muy ilustrado de la época llamado Víctor, matemático. 

Cierta tarde escuchó los cuchicheos de dos niñas y lleno de curiosidad se acercó a preguntarles de que hablaban y para su sorpresa las niñas le dijeron que hablaban de hadas.

- ¿Hadas? ¡Ja! – Dijo en tono irónico el matemático – reverenda tontería la que dicen niñas

- Es cierto señor, nosotras hemos visto hadas ¿no es cierto Catalina?

- Completamente Sara, la más hermosa de ellas se llama Fisba

Víctor se fue de ahí sin haber creído ni media palabra de todo cuanto dijeron Sara y Catalina, sin embargo, lejos estaba de sospechar lo que las hadas le tenían preparado para poner fin a su incredulidad.

Cerca de la colina más alta del pueblo se encontraba una magnifica fuente que se decía estaba encantada y habitada por las hadas, era ahí donde Sara y Catalina se daban cita con las más maravillosas criaturas mágicas, entre ellas la hermosa hada Fisba.

Después de haber hablado con el matemático las niñas se dirigieron a la colina encantada para hablar con las hadas.

- ¡Fiiisbaaa! ¡Fiiisbaaa! – Gritaban las niñas en un extraño tono que parecía evocar al hada

De pronto hubo una leve neblina que en seguida se disipó dando a conocer a una hermosa mujer de manos blanquísimas, ojos amarillos y orejas puntiagudas, vestida con un atuendo ligero color amarillo y un par de hermosas alas semejantes a las de una mariposa.

- Fisba hay algo que debes saber, hay un hombre del pueblo, un matemático que no cree en ti ni en las hadas

- A pesar de que le insistimos él piensa que son sólo fantasías nuestras

- Hay que enseñarle a creer niñas – dijo el hada Fisba en lúgubre y dulce tono

Al otro día y exactamente a la misma hora del día anterior, Víctor volvió a ver a Sara y Catalina cuchichear sobre el mismo tema.

- ¿Otra vez hablando de hadas?

- Usted no cree, pero el hada Fisba dice que pronto creerá – le dijo Sara

- sólo síganos y lo llevaremos a la fuente encantada, ahí es donde moran las hadas – añadió Catalina haciéndole una seña rara a su hermana

Antes de que el matemático pudiera reaccionar las niñas ya se habían echado a correr con rumbo a la colina y como ya se hacía noche, el joven matemático no quiso dejar ir solas a las niñas y las siguió para evitar que algo les pasara. Cuando llegaron a la colina, las niñas se deslizaron hasta la fuente encantada y ahí desaparecieron, en vano Víctor las llamó, ellas jamás acudieron. Todavía estaba el matemático tratando de divisar a Sara y a

Catalina, cuando observó como una tenue luz blanca iba convirtiéndose en neblina, la cual finalmente dio paso a la hermosa hada Fisba.

- ¿Sigues sin creer en nosotras? – preguntó Fisba dando vueltas lentamente al rededor del matemático

- ¿Eres Fisba? – preguntó boquiabierto el pobre hombre que ya estaba bajo el encantamiento del hada

- así es Víctor, yo soy Fisba y te agradezco tu preocupación por mis niñas, pero ellas están bien, ya llegaron a sus casas, personalmente arreglé eso

Cada vez que Fisba hablaba se acercaba más y más al matemático con la firme intención de enamorarlo hasta matarlo.

- Dime Víctor, ¿crees que soy bonita? – le preguntó Fisba en un auténtico susurro mientras acariciaba el cabello de Víctor

- eres hermosa

- ¿ya crees en hadas Víctor? – preguntó Fisba nuevamente sin dejar de acariciarlo

- creo en las hadas, porque creo en ti

- ¿amas a las hadas Víctor? – volvió a preguntar ella, esta vez casi rozándole los labios

- amo a las hadas porque te amo a ti

Después de la breve conversión del matemático escéptico con la hermosa Fisba, esta desapareció entre destellos amarillos y de pronto Víctor se vio completamente solo. Al otro día Víctor no hacía más que hablar de su encuentro con el hada y de lo maravillosas que eran esas criaturas.

Pasaron más de 15 días desde que el matemático comprobó la existencia de las hadas y en ese tiempo, no hubo un sólo día en el que no fuera a la fuente encantada a buscar a su amada Fisba, sin embargo ella jamás volvió a aparecer.

Conforme el tiempo pasaba Víctor estaba cada vez más desmejorado a causa de su obsesión enfermiza por volver a ver al hada, al punto que no comía ni dormía por esperarla. Las cosas en torno a la salud del matemático estaban empeorando y no faltó quien se preocupara por él, como René, un folklorista, amigo suyo, quien en cierta ocasión llegó a visitarlo para saber más sobre el hada que lo estaba matando.

- ¿Cómo estás Víctor?

- Impaciente por volver a ver a mi hada amada

- ¿como era ella?

- hermosa; de ojos amarillos casi transparentes, orejas finas y puntiagudas, manos tan blancas como la nieve, un par de alas como de mariposa y ligero ropaje amarillo.

- ¿a que hora le viste?

- ya entrada la noche

- ¿Cómo dijo que se llamaba?

- Fisba

- ¿alguien más la ha visto?

- si, unas niñas, fueron ellas las que me llevaron con el hada

- ¿quienes son esas niñas?

- Sara y Catalina

- escucha, por las señas que me das, parece tratarse de un hada mano blanca

- ¿Qué son esas?

- hadas hermosísimas que aparecen sólo de noche a niños o a adultos que no creen en ellas con el propósito de enamorarlos y enloquecerlos o simplemente matarlos de amor

En cuanto René terminó de explicar esto salio rápidamente a buscar a Sara y a Catalina para tratar de salvar al pobre matemático. Las encontró jugando el la colina y no en la fuente encantada como él esperaba, pero aún así les preguntó por Fisba y ellas respondieron que había ido a despedirse de Víctor, entonces René corrió con todas sus fuerzas a la casa del matemático, pero cuando llegó ya era tarde: el hada Fisba estaba sentada en la orilla de la cama del matemático…

- También te quiero Víctor, ahora debes irte – alcanzó a escuchar René antes de ver como su amigo Víctor cerraba los ojos y segundos después Fisba desaparecía.