sábado, 23 de febrero de 2013

Al cuarto para las 11

Entre folk rock e indie llegan casi las once de la mañana, Gina pinta pájaros sobre el cristal de su ventana y Renato se contenta con el crujir del cereal entre sus mandíbulas. Ese masticar tan mecánico, exento de cualquier tipo de placer que conlleve el comer, es lo que impulsa a Gina a no dejarse alienar por nada electrónico, ni teléfonos móviles, ni computadoras, ni videojuegos –como los de su hermano– ni aún la televisión; ella prefiere el autodidactismo de su guitarra y practicar por las tardes con la patineta. Como cada sábado, ellos están solos en casa.

Renato se levanta con su reloj biológico puesto al cuarto para las once y sin quitarse la pijama desayuna, luego juega toda la mañana hasta que algo le dice que pronto han de llegar sus padres, que de un momento a otro se escucharán murmullos en el pasillo, el tintineo de las llaves y lo siguiente que va a escuchar son exclamaciones y sermones inconexos sobre el desorden de la casa, el tiempo que pasa Renato con los videojuegos y su incapacidad de siquiera haberse quitado la pijama en todo el día.

Gina es a su modo más productiva, se levanta y hace su cama, se dirige hacia el refrigerador y saca cualquier cosa, la caja de leche o el bote de yogurt, come y regresa a su recámara, se arregla, antes de salir toma la patineta -o la guitarra- y las llaves, le exaspera que a su regreso tenga que esperar tanto a que Renato le abra la puerta. El que su hermano tarde un poco más de lo normal en abrirle, implicaría que se encontrara a sus padres en el pasillo y que la primicia de la reprimenda se la llevara ella, que no alcanzaría a llegar hasta su dormitorio y atrincherarse en él.

Los padres han estado ausentes desde antes de las nueve de la mañana y no volverán a casa hasta pasado el medio día, cuando Gina haya terminado de pintar su último pájaro y Renato lea el GAME OVER en la pantalla de la televisión.

Renato escucha una fricción cuyo ritmo percibe más allá del tintineo de la cuchara sobre su plato con cereal e infinitamente más allá del crujir de la comida entre sus muelas. El ruido es lo suficientemente poco habitual como para empujarlo de su ensimismamiento y el chico se levanta decidido a rastrear el origen de aquel sonido rítmico que sin embargo, luego de haberse parado se torna cada vez más difuso. Lo primero que aturdió al muchacho fue el exceso de luz en la sala de estar y los acordes extraños de alguna canción puesta por su hermana.

Hubiera sido una reacción lógica dejar de lado las percepciones e ir directamente a la recámara de Gina, pero Renato no usaba la lógica si no estaba situado en un entorno que no fueran los videojuegos. De modo que extendió sus manos al frente y palpando el aire llegó hasta la puerta del baño contiguo a las recámaras y vio a su hermana sentada en el piso rodeada de gises de colores y la oyó murmurar enajenada algo que no pudo hilvanar: “Mi golondrina de bolsillo tiene un vuelo… Ya está todo, menos la sala de estar” y en efecto, Renato pudo comprobar que cada superficie de vidrio del departamento estaba decorada con pájaros de colores excepto los de la ventana del saloncito. Renato, quien no acaba de comprender y que tampoco quiso hacerlo salió del baño con rumbo al salón. “Le quedan pocos minutos” pensó sin saber por qué y no volvió a pensar en el incidente hasta mucho tiempo después.

Una pequeña y muy colorida golondrina disecada a cuya pata fue adaptada una argolla para llavero fue encontrada por Gina en una banca del parque apenas una semana atrás, un pajarillo que había ocupado la mente de Gina con pájaros y flores.

La campanada once del cucú en la cocina coincidió con el último fric sobre la ventana del saloncito y la inesperada aparición de letras rojas en la televisión de atrás. Una hora después se oyeron murmullos en el pasillo y un tintineo de llaves, luego la puerta se abrió y los padres entraron.

Una mañana, faltando muy poco para las once un joven que trabajaba sentado frente su ordenador palideció con el repentino pensamiento de si realmente fue hijo único o si había tenido una hermana súbitamente desaparecida años atrás.